Inicia huelga general en Cataluña por sentencia del tribunal supremo
Armando G. Tejeda, corresponsal | La Jornada
Barcelona. Las calles de Barcelona amanecieron vacías, sin apenas movimiento de coches y de gente que se dirigía a sus trabajos. Si acaso el personal de limpieza del Ayuntamiento de Barcelona que están trabajando horas extra para limpiar las calles de las barricadas de fuego que han proliferado en los últimos días en las batallas campales con los agentes antidisturbios. El saldo de la noche de ayer fue de 42 personas heridas y 16 detenidos, que se suman a los 97 detenidos y los más de 400 heridos desde el pasado lunes.
Los sindicatos y asociaciones civiles independentistas de Cataluña convocaron a una huelga general para culminar la semana de protestas por la sentencia del Tribunal Supremo español que se hizo pública el pasado lunes, en la que fueron condenados a penas de hasta 13 años de cárcel a nueve líderes independentistas que diseñaron y ejecutaron la declaración unilateral de independencia fallida de octubre de 2017. El objetivo del paro laboral era hacer daño a la economía catalana para llamar la atención sobre lo que consideran un “atropello” y una “sentencia injusta y antidemocrática”.
La capital catalana mantiene una actividad media de su actividad comercial; en algunos barrios, como los céntricos barrios de Gracia, el Raval o donde se encuentran la mayor parte de las tiendas de las marcas de lujo abrieron alrededor de la mitad de los locales. En la zona alta de Barcelona, en el barrio de Sarria, la situación era parecida, con un seguimiento desigual, en algunas calles todos los locales estaban abiertos, desde restaurantes, tiendas de telefonía, de muebles o de ropa.
El dueño de una tienda de zapatos en el barrio del Putxet de Barcelona, cerca del Tibidabo, cerró las puertas de su comercio y además explicó los motivos: “Hoy cerramos porque no podemos permanecer como si nada cuando se atropellan los derechos de un pueblo. Cuando se encierra en prisión a políticos que han luchado por nosotros”. Al lado de ese mensaje, pegado en la puerta del local, un crespón amarillo y otro negro.
Martina es la dueña de un restaurante argentino en el centro de Barcelona, de ese local depende toda su familia: su esposo y sus tres hijos, además de los cuatro trabajadores que tiene contratados. “Yo decidí no abrir hoy, pero sobre todo porque tengo miedo de lo que pueda pasar después de los últimos días. Respeto las reivindicaciones de cada quien, pero si por mi fuera abriría, no sólo porque lo necesito sino también porque creo que no podemos seguir dando esta imagen, con las calles ardiendo, los turistas asustados, en fin…”.
A primera hora de la mañana empezaron a llegar en cinco columnas a Barcelona las “marchas por la libertad”, que salieron el pasado miércoles de varios puntos de Cataluña y que han venido caminando hasta confluir todas en la capital catalana. Le gente que iba llegando a la ciudad portaba banderas, carteles con reivindicaciones por la libertad de los presos, porque se respete el derecho de autodeterminación, en definitiva en contra de la sentencia del tribunal español. Y ahora están a la espera para participar en la movilización ciudadana que pretende congregar en Barcelona a más de un millón de personas de toda la región.
Desde Bruselas, donde vive desde hace dos años el ex presidente catalán Carles Puigdemont, se informó que el juez belga que instruye su caso le había entregado la nueva euroorden de detención cursada por el juez español Pablo Llarena y que le había dejado en libertad sin fianza ni cargos. Únicamente le había entregado el requerimiento.
Finalmente, desde la consejería de Interior del gobierno catalán, presidida por Miquel Buch, informó que en las protestas violentas de ayer se saldó con un total de 42 heridos y 16 detenidos.